Con la llegada de los móviles y el auge de los modelos free-to-play, la industria se percató de que existían otras estrategias más lucrativas para desarrolladores y distribuidoras. Si a Blizzard le funcionaba aquello de cobrar una suscripción por jugar a ‘World of Warcraft’, y la gente se interesaba por comprar la montura de un caballa digital, tal vez la colisión de todos esos mundos tan dispares podía transformar la forma en la que vendían sus juegos.
Había nacido el modelo de los juegos como servicio, o lo que es lo mismo, cambiar el sistema en el que los jugadores sólo pagaban una vez, por otro en el que esos ingresos se mantuviesen en el tiempo. El concepto de los GaaS (games as a service) habían nacido y, con la llegada de ‘Call of Duty: WWII’, ese futuro distópico ha pasado a ser una realidad.
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