El Intel Compute Card fue anunciado en el CES de enero de 2017 y hace unos meses que comenzó a ponerse a la venta con una característica destacable: la de su singular formato.
¿Qué busca Intel con este producto? Sin duda demostrar que hay vida más allá del PC tradicional. El formato del Intel Compute Card demuestra que es posible tener un ordenador funcional en una tarjeta del tamaño de una tarjeta de crédito. ¿Cómo de funcional? Eso es precisamnente lo que os descubrimos en este análisis.
Especificaciones
La miniaturización tecnológica con la que convivimos sigue dándanos sorpresas destacables como la de este Intel Compute Card que en un grosor de 5 mm cuenta con todos los componentes básicos que podríamos pedirle a un PC o a un portátil convencional.
De hecho la oferta de Intel se extiende a cuatro procesadores distintos (desde el Core i5-7Y57 al Celeron N3450). Nosotros hemos analizado el modelo con el Core m3-7Y30 de séptima generación que funciona a 1 GHz de forma nativa pero puede llegar a los 2,6 GHz en modo Turbo. El procesador tiene soporte para virtualización o Platform Trust Technology, pero no para la tecnología vPro de Intel.
A ese procesador le acompañan 4 GB de RAM y 128 GB de almacenamiento en una unidad PCIe x2, pero es que en este miniPC también encontramos conectividad WiFi y Bluetooth integrada gracias al excelente Intel Wireless AC 8265, un chip muy capaz en este ámbito.
En Intel, no obstante, no ofrecen sistema operativo preinstalado, algo que obliga al usuario a solucionar este apartado por su cuenta. Al iniciar el dispositivo en pantalla se muestra un mensaje de que no hay dispositivo de arranque precisamente por esta circunstancia.
Nosotros realizamos las pruebas con una instalación de Windows 10 desde una llave de memoria USB, aunque es posible instalar también diversas distribuciones Linux que, eso sí, no tienen soporte oficial de controladores.
Intel Compute Card Dock, la otra parte de la ecuación
La pregunta, claro, es cómo utilizar esta tarjeta. La clave está en la llamada Compute Card Dock, una estación base con una ranura preparada para insertar la tarjeta y poder trabajar (y disfrutar) con ella.
Esta docking station, que tiene un tamaño que recuerda a los reproductores portátiles de CDs, es la que ofrece los puertos y las opciones de conectividad tradicionales que son la norma en PCs y portátiles, y por ejemplo en el frontal contamos con el botón de encendido y apagado, además de un puerto USB 3.0 y la citada ranura para la Compute Card.
Justo a la derecha de esa ranura tenemos un sorprendente botón táctil digital para poder activar la extracción segura de la tarjeta, que al ser insertada queda “atrapada” por un sistema de presión dentro del Compute Dock. Nota curiosa: si usamos el cierre Kensington no podremos extraer la Compute Card de la estación base, ya que Intel entiende que en esa situación queremos evitar esa opción.
En la parte trasera de esa estación base es donde encontramos la toma de alimentación que conectamos a la corriente a través del adaptador (19 V y 3,43 A par aun total de unos 65 W) de la Compute Dock. También están el resto de puertos de conexión disponibles: dos puertos USB 3.0, un puerto de red Gigabit Ethernet, un Mini DisplayPort 1.2, un HDMI 1.4b y por último un cierre Kensington.
Curiosamente no hay toma de auriculares, y si queremos escuchar audio tendremos que hacerlo en los monitores que conectemos a los dos tipos de salida de vídeo con audio integrado en esa estación base.
La estación base cuenta en sus laterales con dos rejillas de ventilación que permiten refrigerar la Compute Card durante su operación. A pesar de utilizar un procesador muy eficiente como el Core m3-7Y30 (con un TDP modesto de 7 vatios) los ventiladores de la Compute Card Dock se activan a menudo, y aunque el sonido no es molesto sí que es claramente audible.
El diseño no destaca, pero no importa (demasiado)
Como en otros productos de Intel, la idea con la Intel Compute Card es más la de demostrar lo que se puede lograr con sus soluciones actuales que proponer un producto con distribución y ventas masivas.
Eso se nota desde luego en el empaquetado de estas dos soluciones, que llegan en dos cajas de cartón muy básicas en las que eso sí, encontramos tanto estos dos productos que se combinan para conformar ese ordenador de bolsillo como en los pequeños accesorios que Intel incluye en el paquete.
Así, además de la Compute Card y la Compute Card Dock nos encontrmaos con cuatro adaptadores distintos de enchufe para distintas regiones del mundo, el adaptador de corriente y un soporte VESA que nos permitiría acoplar la estación base de este miniPC a la parte trasera de nuestro monitor, por ejemplo.
La Compute Card tiene un diseño realmente simple que desde luego engaña para el que no conozca este producto. Casi parece más una unidad de almacenamiento externa o una batería externa que un ordenador completo. La carcasa de aluminio protege el interior y además ayuda a favorecer la conductividad térmica cuando insertamos la tarjeta en la Compute Card Dock.
En uno de los extremos de este peculiar PC en formato “tarjeta de crédito” nos encontramos con los conectores que permiten acoplarla a la estación base. Esos conectores con un formato aparentemente propietario parecen estar basados en el estándar USB-C en uno de ellos, al menos por la disposición de esos conectores internos. Eso permite dar salida a todos los puertos disponibles en la Compute Card Dock.
Rendimiento: esto es un PC (modesto) en toda regla
Cada vez resulta más difícil diferenciar el rendimiento que ofrece uno de estos miniPCs en una sesión de trabajo convencional. Prácticamente todo este artículo ha sido realizado con la Intel Compute Card conectado al mismo monitor, ratón y teclado que utilizo a diario, pero conectados a un Dell XPS 13 (9343).
¿Se nota diferencia? Desde luego hay momentos en los que sí, y con cargas de trabajo algo más pesadas (editar alguna imagen con Photoshop, por ejmplo) la Intel Compute Card mostraba sus limitaciones. Sin embargo en buena parte de esa andadura el comportamiento de este miniPC fue sorprendemente suave.
A la hora de trabajar con varias pestañas en el navegador mientras editábamos el texto el equipo se comportó como uno hubiera esperado de cualquier PC de sobremesa o portátil de gama media actual. Sin parones, sin conflictos, y con tiempos de carga que si eran más lentos que los de equipos “de verdad” no lo eran de forma apreciable.
Eso se notó también en las pruebas sintéticas de rendimiento. Es lógico que el equipo esté por detrás de muchos otros portátiles y sobremesa incluso de la gama de entrada, pero las cifras son aun así notables para un ordenador que mide lo que una tarjeta de crédito.
Aquí uno podría plantear la comparación con un móvil, que ciertamente no es mucho más voluminoso que este dispositivo y tiene además una pantalla que lo hace usable en todo momento, pero es que el Intel Compute Card va en otra dirección, sobre todo por el hecho de estar dirigido a ofrecer todas las prestaciones de un equipo Windows 10 en un formato súper reducido.
Intel Compute Card (Core m3-7Y30, Intel HD 615) | Lenovo Yoga 900 (Core i7-6500U, Intel HD 520) | Intel Compute Stick (2016) (Atom x5-Z8300, Intel HD Graphics) | Dell XPS 13 (9343) (Core i5-5200U, Intel HD 5500) | |
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PCmark Home | 2.622 | 2.841 | 1.113 | 2.216 |
PCmark Creative | 3.602 | 3.722 | 1.216 | 3.280 |
3DMark Cloud Gate | 3.737 | 5.472 | 1.594 | 5.180 |
3DMark Ice Storm | 47.561 | 60.246 | 13.879 | 50.172 |
En las pruebas de hecho vemos como este producto es equiparable en esas pruebas sintéticas a todo un señor Lenovo Yoga 900 basado en un Core i7-6500U, e incluso se acerca a un Dell XPS 13 (9343). Son ambos portátiles de hace ya dos años o más, pero una vez más son referencias interesantes para ver hasta dónde podemos llegar con un producto como este que desde luego es claramente más potente que los Intel Compute Stick de 2016.
Esos resultados también son buenos en pruebas como la del rendimiento de la unidad de almacenamiento, obviamente limitada por el formato de este miniPC. A pesar de ello la unidad SSD NVMe de Intel logró tasas de 758,3 MB/s en lectura y 344,8 MB/s en escritura, muy lejos de los portátiles y convertibles de última generación pero desde luego muy superiores a las que ofrecen discos duros tradicionales.
En Geekbench 4 también se demostró el buen comportamiento del Intel Compute Card, que obtuvo 3.109 puntos en las pruebas Single-Core y 5.847 puntos en las Multi-Core. Recordemos que estemos ante un micro con dos núcleos a 1 GHz de frecuencia nativa y un consumo medio de 4,5W que puede llegar a los 7W si le “apretamos las tuercas”.
La potencia gráfica de esa GPU integrada (una Intel HD Graphics 615) nos permitirá jugar a juegos modestos con resoluciones y niveles de detalle bajos, pero es evidente que esta solución no está pensada para el gaming aunque no se comporte nada mal en el terreno gráfico a pesar de ese sorprendente formato.
Al final, insistimos, estas pruebas demuestran que el tamaño engaña, y que el Intel Compute Card demuestra que se puede hacer mucho en muy poco volumen.
¿Para qué y para quién es el Intel Compute Card?
Es cierto que es la principal interesada en que estas ideas funcionen, pero hay que reconocerle a Intel el mérito de intentar hacer que el PC vaya más allá de esa caja gris que nos acompañó durante décadas.
https://www.youtube.com/watch?v=8126Fk5_gvI
Formatos como los de los Intel NUC han demostrado durante años que es posible contar con PCs realmente potentes en tamaños mucho más discretos, pero también nos sorprendieron hace tiempo con los Intel Compute Stick, un interesante acercamiento a los PCs en formato de dongle HDMI que a pesar de su potencia limitada planteaban una opción muy llamativa para distintos escenarios.
El Intel Compute Card es otro intento de plantear esas alternativas. El formato es sorprendente aunque tenga inconvenientes (la necesidad del Compute Card Dock lo hace más aparatoso), pero la idea que Intel presentó hace ya algo más de un año no está orientada únicamente al usario de a pie.
La propuesta de hecho parece competir con otras ideas que tratan de conquistarnos, y aquí la eterna promesa de la convergencia podría ser competidora del proyecto de Intel. Usar el smartphone como PC de sobremesa es algo que ya podemos hacer gracias a soluciones como Samsung DeX.
La aproximación es hasta cierto punto similar a la del Intel Compute Card: un dispositivo que llevamos en el bolsillo y que al conectarlo a una cuna nos permite contar con una experiencia de PC de sobremesa. Con sus luces y su sombras, ambas alternativas tienen una aproximación similar al problema.
Para el Intel Compute Card, no obstante, las aplicaciones van más allá. Eso es lo que perfiló Intel tanto en el CES de 2017 como en Computex aquel mismo año.
Esta tarjeta podría ser en realidad el “cerebro pensante” de productos con cierta modularidad: uno podría insertarlos en un frigorífico, el chasis de un robot o un equipo Todo-en-Uno (LG tenía un prototipo funcional al respecto en esas demos) para contar con esas prestaciones de forma directa en dichas soluciones.
Ese ordenador de sobremesa “tonto” que simplemente esperaría la inserción de la tarjeta tendría su versión portátil también: Nexdock ya mostró un portátil que era básicamente un chasis con pantalla y teclado. Al conectar el Intel Compute Card, eso sí, ese chasis de repente se transformaba en un portátil tan potente como la propia tarjeta.
Esas aplicaciones son interesantes, del mismo modo que podrían serlo otras muchas que convertirían al Intel Compute Card en un periférico singular para dotar del hardware y software necesario a otros tipos de soluciones mucho más amplias. Aquí una vez más Intel plantea algunas opciones a la espera de que desarrolladores, usuarios e industria reaccionen, y en esas estamos: si este producto cuaja, veremos cómo su adopción se extiende a una amplia variedad de soluciones.
Intel Compute Card, la opinión de Consultores-TIC
Una vez más es imposible no maravillarse ante un producto que logra en un volumen mínimo concentrar buena parte de la potencia y prestaciones de un PC o un portátil tradicional.
El Intel Compute Card hace todo eso y desde luego desafía a esos formatos tradicionales, no probablemente para competir con ellos (esa batalla parece ganada por el smartphone) sino para convertir al PC en un módulo que uno pueda acoplar a otros muchos productos.
Las ventajas de un formato como este son evidentes: aporta una movilidad fantástica que permite que uno se lleve su PC a todas partes.
Es fácil ver cómo una solución así sería interesante para usuarios profesionales, que podrían tener un monitor, teclado y ratón en la oficina y lo mismo en casa, una base Compute Card Dock también en cada sitio, y su “ordenador de bolsillo” en la Intel Compute Card, que trasladaría de un lado a otro.
Ese escenario es como decimos uno de tantos en los que un módulo de este tipo podría plantear una solución interesante para otros muchos escenarios industriales, empresariales y desde luego orientados también al usuario final. El Intel Compute Card se postula por tanto como una solución muy llamativa para llevar el PC a terrenos en los que tradicionalmente era más complejo, incómodo o caro entrar con una solución de este tipo.
Frente a esas luces, las sombras: el formato compite con los atractivos Ultrabooks o convertibles en el terreno de la movilidad (que no obligan a tener pantalla, ratón, teclado y estación base en todos lados), pero también con ese requisito del Compute Card Dock para poder aprovechar sus prestaciones.
De hecho el formato del Dongle HDMI nos parece menos exigente en este caso, aunque ciertamente los Intel Compute Stick eran menos potentes por su formato. Con los Intel Compute Card ocurre además que ese accesorio obligatorio, el Dock, obliga a invertir tanto en uno como en otro, lo que hace que en suma la solución analizada difícilmente baje de los 500 euros.
No es un precio demasiado elevado por esa capacidad móvil y modular que ofrece este binomio, y desde luego las prestaciones ofrecidas por el Intel Compute Card muestran que un Core m3 como el integrado en este producto da muchas alegrías sin que eso sí, uno pueda pedirle milagros. Así pues, nos encontramos ante una solución desde luego singular que ni siquiera compite con los PCs de sobremesa y portátiles actuales.
Lo hace probablemente con ese paradigma que plantea el smartphone como primer ordenador de mucha gente, y convierte este miniPC en algo que uno puede mover de un lado a otro con facilidad para ofrecerle unas prestaciones destacables. Las opciones están ahí para el Intel Compute Card: ahora solo falta que esas prestaciones (que las tiene) convenzan a industria y usuarios.
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