‘Age of Empires IV’ en desarrollo, la versión HD del segundo ya en la calle y una remasterización 4K del primero, llamada ‘Age of Empires Definitive Edition’ a escasos días de aterrizar en PC. Lo que para la saga supone un renacimiento para adaptarse a los tiempos que corren, para muchos de los que vivimos su auge hace 20 años, es más un viaje al pasado.
Y ese es precisamente el objetivo de este texto, donde tres jugadores de los primeros ‘Age of Empires’ aprovechamos para compartir con vosotros lo que supuso la saga de la ya desaparecida Ensemble Studios. Una oportunidad para inyectarnos una dosis de nostalgia en la que, esperamos, vosotros también alarguéis el texto contando vuestras historias favoritas con ‘Age of Empires’ en los comentarios.
El ‘Age of Empires’ de Rubén
Mi historia con ‘Age of Empires’ es curiosa porque se aleja bastante de la del resto de juegos favoritos de aquella época. Es la de un juego que no quería y unas mecánicas que pronto acabé obviando por completo, pero nada de eso impediría que fuese uno de los juegos en los que más horas llegué a invertir.
No recuerdo con exactitud el año, las fechas de lanzamiento me llevan a pensar en el 98 o el 99, pero probablemente me quemaría si metiese la mano en el fuego. Sí recuerdo el viaje a Andorra, en algún momento entre Navidad y el día de Reyes, que sirvió para aprender a esquiar y aprovechar el viaje para comprar regalos.
Imagino que el objetivo de entrar en una de aquellas tiendas de tecnología que tanto se prodigaban por aquella época era otro, pero recuerdo perfectamente el momento en el que mi padre me comentó: “ya que estamos aquí, podemos comprar un juego para poner en el árbol”.
No hizo falta decir mucho más y mi mirada se fue directamente a la caja de ‘Tomb Raider’. Tiros y una moza de buen ver que copaba portadas en las revistas de videojuegos que devoraba en aquella época parecían una buena opción. Tanto que tengo grabado a fuego el momento en el que la vista se me iluminó al ver aquella inmensa caja en una de las estanterías.
Lo que no esperaba era que mi asquerosa timidez de aquella época sólo me permitiese asentir con cara de bobo a cualquier cosa que me dijese un vendedor que conocía desde hace poco más de un minuto. Lo que para entonces me parecían “las tonterías de mi padre” no ayudó, y a la pregunta al tendero sobre un juego de pensar, aquél hombre rechoncho y con gafas no titubeó. “Este es muy chulo, es de estrategia”.
Estrategia y pensar debían ser dos cosas que iban muy de la mano porque mi padre no se lo pensó demasiado. Mientras yo miraba la delantera poligonal de Lara Croft, como si mis ojos fuesen un brazo extendido apuntando a lo que realmente quería y mi sonrisa tímida fuese la aprobación que mi padre esperaba, escuché una frase que, a la larga, cambiaría mi vida como jugador: “vale, pues nos llevamos el ‘Age of Empires’ para él y el ‘Quake’ para mí”.
Tan sorprendente combo entró en mi vida con la fuerza de mil huracanes, probablemente moldeando mi futuro como jugador. Aunque la historia con el juego de ID es un cuento fantástico para otra ocasión (ojalá podamos recuperarlo el día que se anuncie una ‘Quake’ Definitive Edition), el de ‘Age of Empires’ no resulta menos curioso.
Aunque no lo reconocí por la portada, las imágenes de la parte de atrás y el manual que supusieron mi entretenimiento en el viaje de vuelta a casa, me hicieron recordar que yo ya había jugado a aquello en un disco de demos, así que la puerta de entrada ya estaba más que atravesada y los días después a la apertura del regalo fueron un vicio en el que devoré su campaña de cabo a rabo.
Estaba a punto de darlo por olvidado, pasando a engordar la lista de juegos que había jugado pero que no habían conseguido marcarme, cuando descubrí el editor de escenarios. Es justo ahí donde continúan todos los recuerdos que tengo de ‘Age of Empires’ posteriores a la salida de aquella tienda.
Como si de una extensión virtual de los dioramas que montaba con mi colección de Playmobil se tratase, aquello me permitía colocar no sólo unidades y edificios de forma ordenada, alejado ya de la premura de querer ganar una partida, también editar y decorar todo lo que rodeaba al escenario con ríos, lagos, cascadas, bosques y animales.
Era como montar un Portal de Belén sin que mi madre me pegase la bronca por meter el muñeco de un cocodrilo en el río a punto de zamparse a la lavandera. Podía pasarme horas creando el escenario perfecto antes de pasar unos diez minutos jugándolo y volver al punto de partida. Con ello ‘Age of Empires’ no sólo consiguió engancharme a los juegos de estrategia y gestión, también fue el culpable de que acabase interesado en el desarrollo.
El ‘Age of Empires II’ de María
No recuerdo exactamente cómo conocí de la existencia del ‘Age of Empires II’ (¿fue un anuncio? ¿un reportaje en una revista de la época? posiblemente lo segundo) pero aquel año, el del lanzamiento, lo tuve claro cuando mi madre me preguntó qué regalo quería para Reyes. Y los Reyes cumplieron.
Por aquella época estaba en plena adolescencia y fascinada por todo lo que tenía que ver con la historia, especialmente la historia medieval. Y el ‘Age of Empires II’ se convirtió rápidamente en mi juego favorito. Otros juegos de estrategia llegarían después a mi estantería (‘Faraon’, ‘Zeus’, ‘Imperium’, ‘Age of Empires III’ y hasta ‘Simcity 3000’), pero ninguno me cautivó como me cautivó el ‘Age of Empires II’. Cuando llegó su expansión, allí estaba yo el mismo día de lanzamiento esperando para comprarla.
En mi casa tan sólo había un PC de sobremesa, que con el juego yo tenía acaparado casi constantemente. Era un Pentium III 450MHz y no recuerdo la RAM que tenía, pero para que os hagáis una idea, sólo podía jugar partidas con límite de 75 unidades por jugador. En el momento que subías esa cifra, el ordenador empezaba a sufrir. Pero a mí no me importaba.
Los fines de semana era cuando más tiempo tenía para jugar, pero entonces llegaba “el drama“: había que ir al pueblo. A falta de portátil (recordemos, hablamos de los años 2000, cuando los ordenadores eran grandes, blancos, pesados y los portátiles un lujo para unos pocos), me llevaba las instrucciones y el árbol de tecnologías, documentos que todavía conservo a día de hoy.
Estudiaba los documentos una y otra vez, aunque el resultado era siempre el mismo: siempre me pedía los Teutones, fascinada por los Caballeros de la orden Teutónica. Daba igual que luego en la partida fueran unidades lentas y caras: mis Teutones amarillos eran mis preferidos. Con esto, que nadie se lleve a equívocos: le eché muchas horas pero sigo sin ser experta, y no es difícil ganarme. Y menos teniendo en cuenta que uso Teutones, con todos los problemas que esto lleva.
Aunque pasaba horas y horas en las campañas y en las partidas “libres“, reconozco que otro modo me tuvo enganchadísima durante un tiempo: el que permitía editar tus propias campañas y escenarios. Mi escenario favorito, que pasé horas y horas desarrollando, era uno en el que mi pueblo tenía un ejército enorme y luego había otros 7 jugadores de la máquina que empezaban a jugar desde cero a mi alrededor. Yo hacía de “policía” y evitaba que se pegaran entre ellos. Al menos, hasta que llegaban a un número importante de población, cuando el ordenador empezaba a irme a pedales y tenía que abandonar.
Pero mi ‘Age of Empires II’ no sólo me enganchó a mí, sino también a casi toda mi familia. Mis dos hermanas, con menos curiosidad por la informática y por los juegos de ordenador, se pasaban horas y horas jugando. Hasta mi tío y mis primos se compraron el juego en cuanto se hicieron con un ordenador. Fue también una cosa de familia. A día de hoy, cuando de vez en cuanto sale el tema, todos todavía recuerdan “aegis“, “rock on” y el resto de trucos que podían usarse.
Cuando llegó Internet a mi casa, recuerdo que una de las primeras cosas que intenté probar fue el modo online. Por aquella época todavía estaba abierto el MSN Gaming Zone, que cerraría pocos años después. Pero nunca llegué a conseguir hacerlo funcionar bien y, salvo por alguna partida que jugaba con familiares y con amigos, la mayoría del tiempo jugaba yo sola. Aunque cuando me regalaron mi primer portátil, aprovechábamos para jugar en casa en red local.
Con el paso de los años, mi actividad en el ‘Age of Empires II’ se redujo considerablemente, a la vez que se incrementaba el tiempo que pasaba en otras actividades online. Alguna partida allí o allá, pero sin jugar de forma tan intensa como había jugado en los primeros años. Eso no impidió que, cuando salió a la venta una edición especial unos cuantos años después, decidiera comprarla aunque ya tenía todos los juegos originales.
Y después llegó EL ANUNCIO: Microsoft iba a sacar el ‘Age of Empires II’ en HD, al que le seguirían diversas expansiones en Steam. Aunque ya tenía el juego original, a mí me daba igual: volví a comprarlo otra vez para, esta vez sí, poder jugar online con mis amigos de nuevo. Y volveré a comprarlo cuando salga la esperada Edición Definitiva.
No he tenido demasiado tiempo a jugar con las nuevas expansiones como para poder hacer una valoración exhaustiva, pero creo que las nuevas unidades y los nuevos escenarios han dado una nueva vida a un juego que siempre se resistió a morir, al menos para mí (y, a la vista de todos los lanzamientos y la recepción que han tenido, creo que para muchos otros también). Gracias por tanto, ‘Age of Empires II’.
El ‘Age of Empires Mythology’ de Paula
Ir de compras con mi padre siempre ha sido toda una experiencia. Su trabajo como comercial ha moldeado el adalid de echarle morro a cada situación con la que se encuentra y eso casi siempre supone vivir situaciones a medio camino entre la admiración y la vergüenza ajena.
Mi historia con la saga ‘Age of Empires’ empieza precisamente con uno de esos capítulos, concretamente uno en el que tocaba comprar un ordenador nuevo porque una copia pirata de ‘Prince of Persia’ (y los virus que incluía) habían dejado inservible el que teníamos desde que era pequeña.
Como mi padre se vino arriba a la hora de elegir nuestro nuevo PC y quería llevarse a casa lo más pepino de la tienda, a la hora de pagar se cuadró y le dijo al vendedor que no se iba a ir de vacío. La frase siempre era: “bueno, con todo lo que me voy a gastar, imagino que algo me regalarás ¿no?”.
No me preguntéis por qué, pero aquello siempre funcionaba, ya fuese con una caja más bonita para guardar el collar que había comprado para mi madre o, en el caso del ordenador, un cholón de versiones de prueba, una copia de Encarta y un CD de ‘Age of Empires’ sin caja.
Nunca he sido una gran jugadora, pero los ejércitos de elefantes, monjes y arqueros hicieron click no sólo en mi cabeza, también en la de mi padre y mi hermano. Uno de mis recuerdos más tiernos de la infancia es precisamente el de los tres jugándolo.
No recuerdo cómo llegaron a nuestro PC el resto de ediciones y expansiones, probablemente fruto de algún trapicheo raro en el trabajo de mi padre, pero mi historia con ‘Age of Empires’ no acabó ahí. El segundo era el juego en el que me zambullía cada vez que venía alguna visita inesperada a casa. ¿Sentarme en la mesa de los cafés con mis tíos, los que no tenían hijos, o acompañar a Juana de Arco en otra aventura? Está claro.
Pero el enganche por antonomasia llegó algo después con ‘Age of Mythology’. Imagino que no habrá que ser ningún lumbreras para imaginar que sumar unas pruebas de selectividad a el modo multijugador de esta edición cargada de deidades y mitos no era muy buena idea. No fue mi caso.
Que no necesitase mucha nota par poder entrar a la carrera que quería no ayudó, así que la excusa de desconectar un ratito para no acabar con la cabeza como un bombo, rápidamente se convertía en una sucesión de partidas online o Relámpago que se alargaba hasta que mi cabeza no daba más de sí y me iba a la cama.
El varapalo de la nota, llegando por los pelos al corte, fue el detonante que me hizo aparcar el juego hasta que hace unos años volví a él con la ‘Age of Mythology: Extended Edition’. Suerte que ahora mi cabeza funciona un poco mejor y no me atiborro del juego en sesiones maratonianas hasta altas horas de la madrugada.
Prometo no hacerlo tampoco cuando pueda jugar a la versión mejorada de ‘Age of Empires’, pero ahí reconozco que el factor nostalgia me lo va a poner bastante difícil. Al menos durante los primeros días. Con ‘Age of Empires IV’ sí que no respondo.
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