Qué bonitos son los Samsung Galaxy S8 y Galaxy S8+. Son requete bonitos, de verdad. Perfectos como nuevos objetos de deseo para aquellos que quieren no solo un telefonazo en prestaciones, sino también diseño. Esa pantalla curva sin apenas marcos es fantástica como reclamo. Lo que pasa es que no es todo tan fantástico en estos dispositivos.
Sobre todo porque por muy bien que queden en la mesa mientras te tomas el café, en las portadas de las revistas y en las fotos de prensa, los Galaxy S8 y S8+ son representantes de excepción de una nueva categoría de dispositivos que en mi opinión podría ser la más frágil de la historia. ¿Compensa ese diseño el hecho de que el riesgo de romperse sea tan elevado?
Los marcos son buenos (o pueden serlo)
El que suscribe es un fiel defensor de los marcos. O más bien, de los marcos coherentes. Me gusta que los móviles tengan sus pantallas protegidas visual y físicamente por marcos aceptables que marquen los límites y mantenan a raya esas diagonales.
Lo que ocurre es que hemos pasado de diseños en los que los marcos eran ridículamente grandes —Apple, te estoy mirando a ti— a móviles en los que buena parte de su relevancia estaba en su diseño y en esas pantallas sin marcos, o prácticamente sin ellos.
El efecto que causan esos dispositivos es espectacular, claro. Lo vimos con aquellos Sharp Aquos que mostraron el camino hace años, pero la revolución real la trajeron los espectaculares Xiaomi Mi Mix que se adelantaron en la práctica a todos los grandes fabricantes. De repente todos lo veían claro: los marcos debían ser cosa del pasado, sobre todo si uno quería cobrar 1.000 euros (o casi) por un teléfono.
Samsung ya decidió ofrecer esa opción con sus variantes Edge —por cierto, nadie lo ha dicho: adiós, Edge— mientras que otros fabricantes con menos recursos acudieron a las pantallas con cristales 2.5D que aportaban cierta curvatura y hacían que la interacción táctil no se encontrase con un “filo” entre pantalla y el marco o el borde lateral. Los diseños tenían que ser cada vez más estilizados, con líneas que no dejasen entrever saltos entre componentes como el chasis y la pantalla.
Pros y contras de esa fiebre por hacer desaparecer los marcos
Eso nos ha llevado a una tendencia en la que como decía parece que los marcos tienen que desaparecer por que sí. Y si además uno puede ofrecer pantalla curva para erradicar ese concepto en los laterales por completo, mejor que mejor.
Todo en esta vida tiene sus ventajas y sus desventajas, y esta no es la excepción. Empecemos con las ventajas:
Pantallas más grandes en cuerpos más compactos: es la mejora práctica evidente de unos diseños que permiten meter más información en el mismo o menor tamaño de terminal. Eso es desde luego interesante para quienes disfrutan del móvil todo el día, pero donde se ha ganado más terreno, atención, es al reducir los marcos superiores e inferiores (Apple, te miro a ti de nuevo): los laterales ya estaban en mínimos en los últimos tiempos.
Requetebonitos: el móvil siempre ha sido un elemento diferenciador del estatus social, igual que lo han sido los coches o la ropa. Los móviles con pantalla curva y sin marcos aportan ese elemento de exclusividad, desde luego. Su diseño y aspecto exterior es espectacular si lo comparamos con los “toscos” y aburridos diseños tradicionales.
Ya está. No hay más ventajas, o si las hay se derivan de las dos citadas. Pasemos a las desventajas:
Fragilidad: estos dispositivos aumentan la superficie del dispositivo que está fabricada en cristal, y por mucho Gorilla Glass del que presuman los fabricantes, el cristal es frágil por definición. Añadir más cristal expone estos dispositivos aún más a caídas, y aunque hay quien afirma que las pantallas curvas ayudan a reducir la tensión del cristal del frontal, insistimos: lo que hay es cristal. Se rompe.
Mala ergonomía: como apuntaba nuestro compañero Kote Puerto en el análisis del LG G6, “las pantallas curvadas en los laterales hacen que el teléfono sea menos confortable de usar: las interfaces adaptadas y las curvas hacen que nuestros músculos sufran mayor tensión al cogerlos, provocando fatiga en un uso prolongado”. Aladía además que “una interfaz que aproveche las curvas no es efectiva, incómoda y provoca toques accidentales”, y que “si tienes que cogerlo de una mesa, es más fácil si tiene formas cuadradas que redondeadas”. Difícil rebatir estos puntos, ¿no creéis?
La curva es cara: los procesos de fabricación se complican y hacen que lógicamente haya que pagar un suplemento adicional para poder disponer de esta característica. Es el precio de la exclusividad, pero nos preguntamos si eso compensa en productos de los que podemos presumir, pero que son mucho más que eso: los utilizamos continuamente y el factor práctico debería primar sobre el estético.
¿Las carcasas son para blandengues?: debatía sobre esto en mi blog hace tiempo, y allí exponía que creo que las fundas carcasas son elementos que destrozan parte del esfuerzo de los fabricantes, que precisamente tratan de apostar por diseños llamativos para diferenciarse en un mercado tan saturado. Al añadir una carcasa eliminamos buena parte de ese objetivo, y si hay unos móviles que necesiten carcasas, son estos. No usarlas en los Galaxy S8/S8+ es una temeridad, pero claro, al hacerlo para protegerlos (y convertirte automáticamente en un/a blandengue) dejas de poder “presumir” de diseño diferencial. De hecho, puedes hasta acabar cometiendo atrocidades como esta.
Los extremos siempre son malos: ¿mejor marcos comedidos?
Lo bueno de los Galaxy S8 y S8+ es que plantean un formato que desde luego es diferencial y que puede convencer a muchos usuarios en el ámbito del diseño. Lo malo es que antes Samsung ofrecía versión “normal” y versión “Edge”, y eso desaparece con estos teléfonos que además tienen otra pega: la diferencia de diagonales es corta, y yo hubiera apostado por un modelo de 5,4 pulgadas y otro de 6,2 para diferenciar más esas diagonales.
Ya puestos, Samsung, deberías haber añadido algo más en los S8+. Pagar 100 euros más por 0,4 pulgadas más de diagonal no me parece algo por lo que mucha gente vaya a apostar, y aquí Apple hace bien con sus modelos Plus a la hora de integrar la cámara dual, por ejemplo. Vaya, que el S8+ no me parece tan plus.
Dejando a un lado ese discurso, la conclusión es que la ausencia de marcos y esa tendencia que también parecen plantear este modelo, el LG G6 y el Xiaomi Mi Mix —con un iPhone 8 que al menos en una de sus ediciones también podría ir por este camino— le dé una nueva dimensión a esa fragilidad que hasta ahora era “aceptable” en nuestros móviles y que ahora se volverá mucho más delicada.
De hecho si yo fuera Samsung —o cualquiera de estas empresas— haría una promoción especial con descuentos en seguros para reemplazar estas pantallas curvas, que probablemente sean mucho más propensas a acudir a un servicio técnico por estos temas que los móviles del pasado, que ya eran bastante propensos a acabar en esos servicios, por cierto.
Lo ideal, creo yo, sería ir a un concepto intermedio: el LG G6 ha sido algo más comedido aquí y en mi opinión su apuesta es más acertada a nivel práctico. Sigues teniendo marcos mínimos, pero ahí están, y la experiencia de uso sigue siendo destacable (además del factor exclusivo, por supuesto). Sacrificios como los del Mi Mix que incluso llevaba la cámara frontal al marco inferior parecen excesivos, y me temo que aquí algunos fabricantes han perdido el norte y se han dejado llevar por la estética más que la verdadera utilidad práctica de esas pantallas, que la verdad, es prácticamente nula salvo por el área de visión que se le gana al frontal.
No quería despedir esta reflexión sin pediros vuestra opinión sobre este tema. ¿Creéis que se nos están yendo las pantallas de las manos? ¿Preferís pantallas sin marcos, curvas sin marcos, con marcos mínimos? ¿Os gusta el camino que está tomando la industria?
Sin marcos o con marcos, esa es la cuestión
Animaos y votad. Y tened cuidado ahí fuera con vuestros Galaxy S8/S8+, si os hacéis con uno de ellos. ¡Gracias!
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